Pamela Troncoso Soto
Académica Carrera de Obstetricia
Universidad San Sebastián Sede De la Patagonia
Hace sólo un par de semanas, diferentes países se unieron en torno al Día Mundial por
los Derechos del Nacimiento y el Parto Respetado, con el objetivo de reforzar la
importancia del nacimiento de todo ser humano y, a su vez, resguardar el sagrado vínculo
que se crea entre la madre y el recién nacido.
Fechas conmemorativas como ésta pueden parecer comunes en una sociedad
contemporánea como la nuestra, pero no fue sino hasta 1985 en que la Organización
Mundial de la Salud (OMS) declaró que el parto no es una enfermedad. Esto marcó el
inicio de una transformación en torno a la atención de éste, siendo hoy conocido como
“parto respetado” o “parto humanizado”, centrándose en el respeto a los derechos, la
cultura y la importancia de la familia en el cuidado del embarazo antes, durante y después
del alumbramiento.
Con el paso de los años se ha ido profundizado en torno al manejo del trabajo de parto.
Sin ir más lejos, en 2018 la misma OMS publicó recomendaciones para una experiencia
positiva, centrando su atención en el acompañamiento, el apego y la lactancia, con el
objetivo de garantizar una experiencia segura y positiva para las mujeres y sus familias.
Nuestro país también ha experimentado avances, las cuales van desde la formación de
profesionales en el área con el sello de humanización en salud hasta la incorporación en
hospitales de salas de atención de parto integral, donde la gestante tiene una atención
personalizada y es acompañada en el proceso del preparto, parto y postparto inmediato.
El parto representa un momento significativo en la vida familiar, donde se debe priorizar la
voluntad de la mujer y respetar el proceso fisiológico del nacimiento. Los servicios de
salud deben adoptar este enfoque y contribuir a garantizar un parto seguro y satisfactorio
para todas las mujeres.